“Los niños tienen la tendencia a despreciar o exaltar a sus padres, y para un buen hijo su padre es siempre el mejor de los padres, al margen de si tiene o no una razón objetiva para admirarlo” Marcel Proust.
Es probable que la mayoría de niños que tuvieron un padre presente y cercano, al que amaron y por el que sintieron una profunda admiración, entonces en algún momento de la infancia hayan experimentado la experiencia de creer que su padre podría ser Dios.
“Creía que mi padre era Dios” es el titulo de un libro del escritor norteamericano Paul Auster que en un momento se convirtió para mi en una especie de figura paterna literaria. Se trata de un libro de 180 relatos breves que hablan de distintos aspectos y situaciones de la vida cotidiana. La idea del libro siempre me gusto. Auster invitó a los oyentes de un programa de radio a participar contando una historia verdadera y las convirtió en libro.
Hace unos días me entusiasmo la posibilidad de crear un Blog con una especie de invitación abierta para compartir y contar historias sobre los vínculos con nuestros padres. La imagen del padre, recuerdos, la naturaleza del lazo, sus fragilidades, fascinaciones y conflictos. Siempre he escuchado que desde que un hombre es padre, por lo general, el vínculo con su propio padre comienza a cambiar, algo sucede entre ellos.
Imaginaba también una especie de capitulo sobre hijos que por distintas razones no conocieron jamás a sus padres. En los últimos años he sentido una profunda curiosidad por las distintas experiencias de ausencia paterna, me pregunto por ejemplo si existen algunos rasgos comunes aunque en cada historia es finalmente única.
Finalmente el vínculo como el no-vínculo con el padre nos marcará para toda la vida, muchas veces, más de lo que sospechamos.
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