
“Aprovechen en descansar” es el consejo que se escucha con más frecuencia, “vienen meses bastantes fuertes”. ¿Pero qué tan fuertes pueden llegar a ser? Escucho historias de bebitos llorones, una más terrible que la otra en la que el papá terminan puteando al maldito bebé de tres meses que solo come, caga y llora, llegando incluso a jaquear a la misma pareja que se ve envuelta en una vorágine de peleas.
De alguna manera es un albur cómo se comportará el bebé en sus primeros meses, de la misma manera en que no sabemos cómo llevaremos la situación, cómo reaccionaremos, qué lados de uno se moverán y saldrán, qué encontronazos tendremos, cómo reaccionará la mamá cuando yo coloque mal un pañal o cuando crea que no es necesario volver a levantarse con el “manipulador” llanto. Soy un dormilón empedernido, de los que disfruta despertándose tarde, qué será de mí cuando por enésima vez tenga que levantarme a calmar el llanto.
Hay momentos en que de pronto tomo consciencia del prolongado silencio de algún lugar la casa y me pregunto qué irá a ser de estos momentos de quietud. Qué serán de mis tiempos para mí. La sensación, como que va llegando a su fin una etapa de la vida, es imposible imaginar cuáles serán las implicancias de los próximos cambios y qué cosas ya no volverán a ser la misma. Qué tanto cambiaré internamente. Algo te aterra, algo se ilusiona.
Cómo serán muchas cosas, solo queda esperar, por el momento, esperar aproximadamente unas 14 semanas.
Voy entrando en cuenta regresiva y buscando algunos métodos para calmar bebés.
