sábado, 16 de agosto de 2008

Amor sin tiempos

(A continuación, un texto de mi chica que vale la pena leer y en donde comparte un poco algunas sensaciones y experiencias en torno a la lactancia y la maternidad)



Durante el breve pero intenso tiempo que llevo amamantando, he recibido numerosos comentarios y consejos en la línea de programar un tiempo fijo para la lactancia, de quienes me miran sorprendidos por no estar dando el pecho con un reloj al lado. Y yo no puedo dejar de preguntarme cada vez que oigo estas propuestas, si es que se le pueden poner tiempos y minutos al amor. Pienso por ejemplo, si cuando uno hace el amor se programa, tipo, “ya, me besarás –o te besaré- 20 minutos de este lado, 20 minutos del otro…luego tendrás que esperar tanto tiempo antes de que te vuelva a besar, o a amar…¡¿?!

El pediatra, al salir de la clínica con mi bebé me dio la indicación: “10 minutos de un lado, 10 minutos del otro, y punto”, “más es pura succión, es perder el tiempo”, me dijo. Confieso que sentí una inmensa frustración pues por mucho que lo intentara, me era imposible cumplir con la indicación. Me tomó un tiempo reponerme, y poder preguntarme qué me estaba diciendo esta persona, qué me dicen esta serie de comentarios. ¿Me están diciendo acaso que la experiencia de amamantar y ser amamantado, se reduce a la cantidad de leche que se brinda o recibe? ¿Se trata solamente de una actividad de orden “digestivo”, cuyo valor puede medirse en cantidades concretas de líquido y de minutos?

Otro pediatra lo decía de este modo: “el bebé tiene que aprender que a la teta se va para comer, que la teta es el lugar del alimento (es decir, “de nada más”). Se dice casi como previniendo de algo malo o peligroso que viene con el pecho si es que no se restringe al alimento, y si esto además, no se traduce en un control de los minutos. Frases como: “no debes dejar que el bebé esté en la teta sin tomar”,”sino está sólo jugando”, “no debes dejar que se duerma en la teta”, “no debes dejar que asocie teta y sueño”…en fin. No dejo de sorprenderme frente a estas frases, a la facilidad con que se dicen y quiero darme el espacio para pensarlas y discutirlas un poco.

Primero, sólo como un detalle, me llamó desde un comienzo la atención la famosa frase “el bebé tiene que aprender…” (con sus infinitos complementos: tiene que aprender que a la teta solo se va para comer…tiene que aprender que ese es su tiempo para comer, dormir, etc., etc.). Yo me pregunto si el bebe “t-i-e-n-e” que aprender, o va aprendiendo en el camino, en aprendizajes que se van dando naturalmente, acompañando a los procesos y no como imposiciones ni forzamientos (es curioso como los “tiene que aprender” siempre van acompañados de un tono tenso, casi castrense).

En cuanto a las indicaciones de tiempo fijo, me pregunto cómo estas pueden ser dadas de forma universal, “en serie”, sin saber cómo es el bebé que cada madre tiene al frente. Mi bebé tiene un ritmo bastante lento y suave para tomar la leche, que puede ser algo complicado, pero me queda claro que ese es SU ritmo. Al inicio, tanto las indicaciones del pediatra como los comentarios me hicieron sentir y pensar que algo estaba mal con mi bebé que no podía, cual concurso de comida, comer todo en 10 o 20 minutos; o conmigo, que no podía satisfacerla. Ahora me es claro que desde la ignorancia yo estaba intentando imponerle algo que no era ni es propio a ella, y por tanto, y por suerte, ella se resistía. En nuestro caso, aproximadamente hacia los 20 minutos, Nina recién está empezando a obtener la leche final o leche grasa; ¿debía yo dejarla sin esta leche y todos sus nutrientes, de seguir la indicación médica? ¿No es paradójico –por no decir indignante- que esta indicación provenga de una figura que se supone debe cuidar su crecimiento saludable? ¿A cuántas madres se les habrá dado la misma indicación, cuántas lo habrán intentado, cuántas estarán ciñendo a su niño a 10 o 20 o X minutos, necesitando su hijo más, “porque eso es lo que les dijo el doctor”?

Y con este “necesitando más” no me refiero solo a alimento. ¿Cómo así, necesitaría que me expliquen, hay que enseñarles a los bebés a que “a la teta solo se va para comer”, cuando años de años de investigación en varios campos han mostrado y demostrado el valor de la lactancia en muchos aspectos más que sólo el alimenticio? En varios campos este es ya un conocimiento básico, ¿por qué razón, entonces, un bebé tendría que aprender algo tan errado? Pienso en un experimento que llamó mucho mi atención cuando era estudiante de psicología; el famoso experimento de Harlow y los monitos, que dicho en sencillo, mostraba que los monitos preferían ir hacia una “madre” (no eran madres sino simulaciones) que les daba menos alimento pero les daba cierto confort y calor, que a una
“madre – biberón” de alambre, que les daba el alimento pero nada más. En todo caso, los monitos, muy vivos, no exponían su supervivencia e iban a la “madre” de alambre solo lo justo para satisfacer su necesidad de alimento, pero para su necesidad de confort y calor buscaban a la otra “madre”, con la que buscaban permanecer mucho más tiempo. Porque el calor, el confort, el consuelo, el abrigo, la seguridad, el ritmo en común, la calidez, también son una necesidad para los bebés, tan -o más- importantes para su crecimiento como el alimento. Tan o más, porque son necesarios para su “supervivencia” psíquica, para lo que hace que seamos algo más que sólo organismos que se alimentan, lo que nos da existencia como persona. Y esto no es discurso; me es evidente desde mi experiencia de lactancia, y por lo que he podido compartir lo es para cada madre que amamanta, cómo un bebé busca –y generalmente encuentra, por suerte- mucho más que leche en el pecho de su madre. ¿Por qué entonces pretenden que nos comportemos como madres de alambre?



Me da la impresión que los miles de consejos que suelo recibir como madre primeriza, se podrían organizar, grosso modo, en dos grupos. Los que están centrados, o cuyo fin último es asegurar la comodidad de los padres; y del otro lado los que se dirigen en primera instancia al bienestar del bebé. Los que se centran en la comodidad de los padres, buscan que los bebés “aprendan”, que siempre es que aprendan aquello que los papás quieren que aprendan, lo que les viene bien a ellos: a dormir de largo, a tener un horario fijo, a tener minutos fijos para estar en el pecho, a no estar en brazos, a no dormirse siendo mecidos… contrariamente a lo que el bebé necesita: estar mucho en brazos que le den calor y cariño; ser mecido para retomar el ritmo que ha vivido durante tanto tiempo en el vientre, para sentirse en un ritmo común, casi como en un baile de amor; estar mucho al pecho y recibir el cobijo, la calidez, la disponibilidad y el amor de su madre; entrar al sueño con seguridad, en fin… ¿no es acaso muy temprano para tener que lidiar con la soledad y la angustia, en nombre de una autonomía, para quien ha vivido no en brazos sino dentro del cuerpo de otro hasta hace muy poco tiempo? Una conocida niñera experta dice a los padres, por ejemplo, entre sus argumentos para no mecer al bebé, si se imaginan cargando a una bolsa de papás de x kilos que será lo que pronto pesará el bebé… más claro no puede estar del lado de los intereses de quién está: la preocupación es cuánto le pesará a los papás, no cuál es la necesidad del bebé… ¿O sea que si el bebé no pesara, si se quedara del tamaño de un gato por ejemplo, ahí sí no habría problema en cargarlo y mecerlo? Creo firmemente que la discusión de si un bebé necesita o no, si le hace bien o no estar en brazos, no pasa absolutamente en nada por cuánto pesan los bebés. Y así como este, en cada uno de los casos, cuando escucho o pienso que mi bebé tiene que aprender algo, me pregunto para satisfacer a quién tendría que aprender eso… casi siempre confirmo que se trata de imposiciones para hacernos más cómoda la vida a los padres. Imposiciones poco inocuas, además, pues en la mayoría de los casos, si no en todos, pasan en el camino y en nombre del tal aprendizaje por hacer sufrir y violentar al bebé. Los “tiene que aprender” van acompañados de “déjalo llorar”. Son casi sinónimos. Si el bebé “tiene que aprender” a esperar dos horas o tres entre toma y toma, quiere decir que si pide teta antes de ese tiempo, una no se la debe dar, por tanto hay que dejarlo llorar (seguirá llorando pues su necesidad no está siendo atendida… a no ser que “aprenda” la desilusión). Si uno le da el pecho 10 o 20 o X minutos y luego se lo quita porque esa es la indicación, el bebé probablemente llore, ahí inmediatamente vendrá el ”tiene que aprender”, que nuevamente querrá decir “déjalo llorar”, (otra vez, sin atender su necesidad) Igual para hacerlo dormir: si llora, no lo levantes, pues “tiene que aprender” a dormir solo; o sea, déjalo llorar. Y probablemente estos métodos funcionen y sean muy efectivos para esos aprendizajes, seguro. Pero lo que yo me estoy preguntando es si el bebé realmente “tiene que aprender” todo eso, si lo tiene que aprender en ese momento tan temprano y para quién tiene que aprenderlo. Si lo vemos desde el bebé, ¿es esa realmente su necesidad?, ¿llorar y no ser atendido?, ¿recibir experiencias de frustración en lugar de satisfacción de sus necesidades?, ¿pasar tan pronto por la vivencia de ser él quien se tiene que acomodar para hacerle la vida más fácil a sus padres?

Me he preguntado si tiene que ser así, si no puede haber un equilibrio o un término medio… En cada caso o ejemplo concreto lo he encontrado difícil, me ha parecido cada vez que siempre se toma una opción u otra. Claro que es imposible estar siempre 100 por ciento de un lado o del otro… Y me pregunto si el equilibrio mayor tal vez no estará en los momentos de la vida, quiero decir, hasta que nuestro bebé ha nacido hemos sido nosotros los priorizados por otro, probablemente, y luego, por nosotros mismos: hemos priorizado nuestra vida de pareja, nuestro desarrollo profesional o lo que sea. ¿No será acaso, cuando se tiene un recién nacido, un momento de ceder nuestro lugar de prioridad -y de búsqueda de nuestras comodidades-, por el bienestar de nuestro pequeño? ¿Es que acaso razones de “comodidad” nuestras pueden estar al mismo nivel o por sobre las de “necesidad” suyas, en un momento tan fundante de su desarrollo?



Y con esto no quiero negar para nada lo difícil de la tarea. Lo duro, lo agotador, el cansancio y hasta la desesperación que una como madre llega a sentir. Nada menos cierto que la imagen de la maternidad color rosa que nos han vendido. Es mucho más difícil de lo que una pudo imaginar y prever, estar a disposición de otro. Se habla del estado de dependencia de los bebés, pero no se nos advierte sobre el estado de dependencia en el que una también entra. No es fácil imaginar lo difícil que esto puede llegar a ser. Lo desconcertante, abrumador… En fin, pues, creo que es una tarea muy exigente con una misma… Solo para empezar, exige tolerar lo inestructurado, lo caótico o desordenado que todo parece volverse. Pero más que desorden, creo que se trata de la transformación absoluta y repentina de un orden anterior, en bastante grado imprevisible. Y esto nos sorprende, casi nos asalta. Pero creo que también nos reta y confronta, confronta nuestros límites y nos exige extenderlos. Tal vez el intentar poner horarios fijos dé una ilusión de tener todo ese caos bajo control, tal vez dé un aparente orden… a una. ¡Y por supuesto que una siente que lo necesita! Pero, nuevamente, volviendo al inicio y volviendo al bebé, me pregunto qué puede darle a él que su madre se ofrezca “con los minutos contados”. Me pregunto si no será un momento de “crear” un nuevo orden, no desde los relojes, sino dentro nuestro, un orden “de otro orden”, que no pase por someter o controlar a nuestro bebé, sino que nos permita dar cabida a lo que antes no existía… y entrar juntos a habitar –temporalmente-en una nueva sensación del tiempo.

Carolina, Mamá de Nina hace 4 meses y diez días

domingo, 10 de agosto de 2008

La vuelta. parte dos

Esta vuelta también coincide con lo que podría llamarse “Aniversario de concepción de Nina”.
Fue hace aproximadamente un año, por estos días un espermatozoide acaba de llegar al ovulo y se iniciaba la multiplicación celular, el cigoto, el embrión y Nina.



Es probable que haya sido en un lugar fuera de Lima, quizá en Lunahuana, en el Refugio de Santiago y a donde viajamos a pasar las fiestas patrias. Pudo haber sido también durante el mensaje de Alan García.




Después, los primeros días de agosto viaje solo a Pucallpa. Unas breves vacaciones, ganas de estar solo y un breve “retiro espiritual”. Un breve viaje sin rumbo, quería ir a la selva y entre otras cosas me la pase leyendo un libro de Hanif Kureishi que se llama “Mi oído en su corazón”, una especie de autobiografía a través del vínculo que el escritor tuvo con su padre: “una cosa que sí ves, aunque lleva toda una vida entenderla, es que el ser humano –tus padres y también tú – es imposible de conocer a fondo. Después de todo esto, el sentimiento que tengo respecto a mi padre es el que puedes tener sólo después de conocer a alguien mucho tiempo: el de que en realidad no le conoces en absoluto.”





Aquellos días el tema de la paternidad me tocaba de menaras diversas. Finalmente seguía sin saber quién fue mi padre, el hombre del que solo conservo unas cuantas fotos.



En aquel viaje no sabía que mi chica estaba embarazada, que iba a ser padre y que durante esos días las células comenzaban a multiplicarse. Nos enteramos recién, a los pocos días de haber regresado, un diez de agosto, un día como hoy…



La Vuelta. Parte uno

Han pasado más de dos meses y unos 77 días desde la última vez que posteé en el blog. Hace algunas semanas que quería volver, pero la falta de tiempo en estos meses han coincidido desgraciadamente con una sobrecarga de trabajo, la producción de un nuevo programa de televisión y la mayor parte del resto del tiempo, me la he pasado con la pequeña Nina. Sin tiempo de entrar al blog. Hace varios meses que no puedo leer un libro. Hace varios meses que no vamos al cine. Hace varios meses que no salimos de noche. Digamos que hace varios meses nuestra vida social desapareció. Nina se duerme entre las nueve y las doce que es la hora que normalmente pasó con ella de lunes a viernes cuando regreso del trabajo. Definitivamente, un tiempo demasiado intenso. Momentos para disfrutar y fluir a través de la “paternidad”. Creo que soy un padre “chocho”, babeo y babeo por ella y la disfruto. Me vuelve loco.
Hace varias semanas que tenía muchas ganas de encontrar un tiempito para sentarme a escribir y volver. No sabía de qué, hay tantas cosas al mismo tiempo en juego. Tampoco sabía si cambiar hasta el nombre del blog. Pero bueno, simplemente quería volver, volver a darme este tiempo.
Mientras tanto, ella acaba de cumplir cuatro meses.